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Pedir ayuda
Se sentía completamente desamparada y no sabía a quién acudir. Fue entonces cuando recordó al anciano que le había regalado la estatua. Él mismo era coleccionista de objetos raros y valiosos. Cogió el teléfono y marcó su número, con la esperanza de que pudiera ayudarla. De todos modos, se mantenían en contacto regularmente. “¿Diga?”, chasqueó la voz del anciano a través del teléfono.
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