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El valiente tonelero
Por suerte para David, y más aún para el oso, Cooper se dio cuenta. Se acercó lentamente al oso, que ahora estaba apoyado en un árbol. Y cuando Cooper llegó a un brazo de distancia de la criatura, se sentó sobre su trasero y empezó a aullar suavemente. Sin dejar de mirar a David, que ahora había entrado en modo congelación. “¿Qué estaba pasando?”
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