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De la mano a la pata
Mandy puso las manos contra la ventana y el tigre dejó de pasearse. Se sentó sobre el trasero y miró a la niña atentamente al principio, sin perder el contacto visual. La gente que los rodeaba los observaba en silencio. Andrea aún quería coger a su hija de la mano para llevarla de vuelta al cochecito, pero ahora también se quedó mirando asombrada.
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