Poniéndose al día
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Kevin y Don volvieron a toda prisa, y Carl se esforzó por seguirlos. Aceleró el paso para intentar alcanzarlos, pero uno de sus pies se atascó torpemente detrás de una barra metálica que sobresalía de la pared. Carl tropezó y, para mantenerse erguido, se apoyó en el escritorio que tenía al lado. Cuando Carl levantó la vista, sus ojos se abrieron de par en par. “¡Chicos, venid aquí, no os lo vais a creer!”, exclamó.
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