La última esperanza
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Con un fuerte crujido, la escotilla superior de la embarcación se abrió, revelando una escalera hacia abajo. No podían ver el fondo, lo que multiplicó por diez sus nervios. Los dos hombres miraron fijamente a su capitán, esperando que les llamara. Pero el viejo marinero se limitó a espolearles. “Adelante, estamos aquí”
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