No con las manos vacías
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Aquel niño era cada vez más un misterio para Iris. Era como si persiguiera a un fantasma que iba un paso por delante de ella todo el tiempo. Pero Iris no se iría de este pasillo con las manos vacías. El chico había dejado abierta la puerta de su habitación de hotel, e Iris sintió la tentación de entrar.
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